Algunos conocen sus significados, otros saben solo
pronunciarlas. Un puñado sabe aplicarlas. A quien las pronuncia y las aplica en
el contexto adecuado, le queda el meollo de deducir en qué nivel mental está el
ente, que en su conducta lo exhibe.
Situación
hipotética:
En un grupo social, alguien cercano, por
sus acciones crea un ambiente hostil (tú, no formas parte de sus decisiones
iniciales y andas en total desconocimiento de las actuaciones previas), por lo
que sientes que la nube de discordia que se levanta unidireccionalmente; ni te
afecta, ni te aplica. Así, que fluyes entre todas las partes sin mayores
problemas.
Cuando se es consciente de nuestras “metidas
de pata”, considero que lo más saludable es, trabajar con el arrepentimiento y
la ira que ello genera. Pero esa ira no la podemos transferir a terceros, en un
intento de minimizar la vergüenza que por nosotros mismos tal vez, sentimos. Ni
me parece que inventar historias sobre la historia de los sucesos originales
sea lo más adecuado, en el afán de quedar como víctimas. En mi opinión seria
atentar contra nuestra propia dignidad.
Todos
hemos tomado decisiones en nuestras vidas poco o nada asertivas y todos tenemos
una que otra historia que nos han hecho cargar con el arrepentimiento. Por tanto,
utilizar el orgullo o la soberbia solo conducirá a cerrarnos las puertas hacia
el entendimiento y de paso, al crecimiento personal.
“Hay batallas de solo dos gladiadores y hay batallas
de ejércitos contra ejércitos. Seria obstinado pretender levantar todo un ejército
contra un solo gladiador o pretender que un tercero pelee una batalla que no le corresponde…” (Levy/)
Quien ofende de palabras a alguien”
significativo en su vida”, en desproporción con la situación creada, justamente
por quien ofende, y a sabiendas de que a
quien ofende, le ha dicho verdades a
medias… considero que es una persona que ha permitido que la soberbia habite en
su vida.
Quienes no reconocen que se han equivocado
ofenden, y no piden perdón, lastiman corazones, destrozan a algunas personas
con sus actos o palabras y siguen por la
vida sin pedir perdón. Por eso, de pronto no logran lo que desean o a pesar de tener todo lo
material que desean, no gozan de una vida plena, no experimentan paz interior.
Hay
que ser humildes y pedir perdón; pero ante todo, perdonarnos a nosotros mismos,
porque es así, como reconocemos y aceptamos nuestras culpas. Casi siempre es más
valioso el perdón a nosotros que el ajeno. Puesto que eso equivale a disfrutar
de días de armonía y tranquilidad espiritual.
Excusarse, sentir la necesidad de dar explicaciones ; al igual
que enmarañar y planificar estrategias para convencer a los demás con
justificaciones, demuestra la incapacidad de introspección y de recibir las críticas,
a fin de determinar si son constructivas.
El miedo al rechazo, la necesidad de
sentirse valioso, para poder calmar los vacíos existenciales que muchas veces
llevamos dentro, nos lleva a ser controladores, no aceptando la individualidad
de quienes nos rodean. Algunas personas son sutiles a la hora de pretender manipular
nuestras decisiones, criterios y gustos, disfrazándolo de “amistad incondicional”.
En
realidad lo que persiguen es que seas a su imagen y semejanza. Nos damos cuenta
de ello, cuando en determinadas situaciones dicen: si te hubiera pasado a ti, yo
hubiera pensado así…, lo hubiera hecho así…, o le hubiera dicho tal cosa…; todo
por defenderte a ti. Si dicen negro, apuestan todo a que los secundarás, aunque
sea rojo brillante, porque su seguridad está puesta en todo lo que han hecho
por ti. Y bajo ese concepto, utilizando la sinceridad, sin prudencia avasallan.
Pretenden
decidir por ti y si lo permites, impondrán en tu vida sus intereses, su familia
y sus ideas. Consiguiendo sigilosamente que tu personalidad, intereses y familia queden relegados a un tercer plano.
En lo personal, la palabra dignidad significa
mi esencia, eso que soy y que bajo ningún concepto se lo cedo a NADIE. Como ya habría
dicho: No le permito ni a mis hijos pisar mi dignidad. Sé lo que soy y lo que
valgo, no necesito de títulos, ni posesiones materiales para calcular mi valía.
Doy y exijo respeto, porque existo, porque con mis acciones he trabajado para
ello. Porque me respeto…
Para
otras personas, la palabra Dignidad, suele ser utilizada para esconder el
orgullo absurdo e inútil o el orgullo desmedido, esa debilidad o inseguridad que raya en la soberbia; pretendiendo disimular
el analfabetismo de estrategias saludables para enfrentarse ante situaciones embarazosas, que dicho sea de
paso fueron generadas por sus actos y
ante el caos, creen tener la razón innegablemente absoluta. Prefieren morir de
una hemorragia anal antes que aceptar sus culpas y pretenden salir de las
situaciones con una acostumbrada actitud de orgullo y moralidad ilógica. Pero nadie
lo advierte y hasta ellas mismas se lo creen, por lo que no conocen el respeto
hacia las demás personas cuando dicen estar “enojadas”.
Tenemos que ser cautelosos en nuestras
acciones y pensar en la inmensidad de sentimientos que pueden generar tres
palabras: Orgullo, Soberbia y Dignidad, que como diría una
buena amiga de la infancia… La línea es finita
entre cada una de ellas.
Dentro
de cinco días estaremos despidiendo el año, tenemos tiempo suficiente para
meditar, editar y reestablecer el disco duro, donde guardamos el archivo de
conductas.
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