“Los cultivos tienen vida propia. Si los plantas juntos, no podrían crecer. Son como las personas, tienen que respetarse, para poder vivir en Paz”.
Más allá de las peleas que caracterizan a las
películas de las artes marciales (cosa que dejé para el deleite de mis hijos),
yo me concentré en el mensaje detrás de la violencia.
Jet Li, tenía una constante batalla por demostrar que
podía ser mejor que los demás y superarlos de forma contundente. Su guerra
espiritual lo llevó a ser demasiado confiado y poco asertivo, hasta llegar a
perder sus seres queridos (su madre y su hija). Aun cuando logró ser el mejor,
fue incapaz de proteger a los suyos. El delirio de grandeza de su corazón,
alimentó odio y sed de venganza en el corazón de otro. Escuchar la voz de su
ego, nubló su intuición; sumergiendo a lo más profundo del abismo. No obstante,
en su libro de vida
no estaba escrito perecer… había una lección que le faltaba por
aprender.
Retornando al mundo de los vivos de cuerpo y pese a
todo lo vivido, no había podido desprenderse de manera consciente de sus apegos
mentales y de aquella indigencia de sentir que era el mejor.
En
su proceso de aprendizaje, se desprendió de todo título, de toda gloria
otorgada por el hombre, para el hombre y simplemente fue…
Concretó
una cita con su pasado, para enmendar errores, aceptar culpas y
responsabilidades.
No
buscaba la satisfacción de la mente, si no, la del alma.
Aprendamos a respetar y admirar la individualidad del
ser humano, subsanando la carencia de competir y demostrar que podemos ser
mejores; para así, sentir que somos alguien.
Levy/
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