martes, 27 de mayo de 2014

Bendición a mis padres

Desperté y súbitamente salí de la cama para evitar ser retenida por Morfeo.

Voy a la cocina miro y no veo nada, tampoco lo deseo, me siento abastecida. Nunca desayuno tan temprano. Mientras espero que cada neurona de mi cerebro despierte y deje de sentirme atontada;  por la secuela de haberme acostado a las tres de la mañana... me llega la nostalgia.

Por mi visión y filosofías en torno a la vida y la muerte, no experimento esos “vacíos” que expresan sentir la mayoría de las personas, al perder un ser querido. Pero hoy por primera vez, desee que el espíritu se hiciera materia, no para contemplarlo, no para meramente abrazarlo; hoy extrañe las cosas acostumbradas,  en una visita cotidiana.
Hoy quería vestirme, para ir a casa, subir la “cuesta”, ver los gallos y gallinas del vecino, correr despavoridos y otros cuantos a salvo en la orilla picoteando. Sentir el aroma peculiar del ambiente. Subir las escaleras, decir: ¡Bendición!, dar un abrazo, un beso y preguntar:
¿Papi, a dónde está mami?
Escuchar que me respondieran...
En el pueblo haciendo unos encargos. Esta es la señora que más baja al pueblo, yo no me explico. En vez de hacer to’ de ve’, oye.
Hoy sentí, deseos de ver cómo te daba coraje, el coraje de mi madre. ¡Jajajajajajaja!
No te molestaba la situación más que la ansiedad que te provocaba ella y sus desesperos.
¡Bendíganme... padres!
Levy/
 

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