Cuando damos un regalo a una persona o lo recibimos, este
suele venir acompañado con la intención de demostrar afecto, respeto admiración
o amor. En los comercios, suelen dar regalos, como promociones u ofertas; las
cuales sin lugar a dudas, repercuten en un beneficio para el dueño. Obviamente
el comprador no lo percibe y lo visualiza como regalo a fin de cuentas. Pero
también existen razones culturales, como regalar en Navidad y cumpleaños. Y
razones religiosas, donde le damos énfasis a los regalos de la Divina
Providencia. Lo regalado se convierte en memorable para quien lo da o lo
recibe, tomando en cuenta de quien proviene, en la ocasión que seda o se recibe
y la situación que atraviesa la persona. O sea, que el valor o memorabilidad,
es un sentimiento que solo la persona en cuestión puede otorgarle al objeto; no
por el objeto en sí, sino por quien lo otorga.
Hay quienes
se sienten agasajados, por un anillo o un collar el día de los enamorados,
otros con una invitación a viajar; de lo cual expresan que jamás lo podrán
olvidar. Los que guardamos con recelo eso que nos regalaron nuestros padres o
abuelos. Por un hermano o un familiar. Un regalo memorable, no es simplemente
regalar. Estos suelen tener historias que contar, las cuales trascienden en nuestras
vidas. Son esas historias que confesamos a una amiga y que probablemente se
compartirá.
Si me
preguntas por un regalo memorable, tendría que pensar en las expectativas de
vida de un recién nacido, que no tuvo un buen cuidado prenatal, uno que no fue
deseado. Uno al que querían abortar. En un bebe que a minutos de vida, queda
sin familia y abandonado en un hospital. Una niña, diosa de ébano que imperó
por semanas, casi sin poder respirar. Cautivó una institución de gobierno y
arrebató el corazón del jefe de familia de un hogar.
Una diosa de
ébano que abonada con amor y protección fue creciendo fuerte, segura,
inteligente y capaz. Rosas azules a flor de piel. Con su personalidad que
hechiza al mundo, con sus espinas se protege de sus detractores; mientras,
simultáneo se abre camino en un valle de Dementores. Tal parece que la
intuición envolvía su célebre obsequio. Si me preguntas por un regalo
memorable, te contestaría la vida… ¡MI VIDA!
¡Vida! Esa
que disfruto porque Dios permite que así sea. Porque dejaré de vivirla, cuando
Él así lo quiera. La que me permite respirar y sentir; llorar y reír. A través
de la cual mi alma se hace experta en esas cosas que no se ven. La que guarda y
alimenta mi espíritu por medio de la esperanza y la fe. ¡Vida! mi regalo que por
ser memorable, jamás olvidaré todas mis historias de lucha, mis apegos, mis
caídas y amores. Porque a través de ella he visto milagros que hoy me mantienen
de pie. Escrito esta que tenía que nacer, entre abandonos y desdén.
Por eso vida, mientras viva día tras día te valorizaré.
Levy/
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