sábado, 30 de marzo de 2013

Luisa Nevárez Ortiz


¿Qué tiene de mártir?
La siembra de hoy, será la cosecha del mañana.
Vela bien la fama que creas, si te afecta la crítica;
Pues con ella trabajaras mañana. Y para mí… ¡la muerte no dignifica!
Quien ha de pecar y se arrepienta, amen, pero el arrepentimiento sincero  solo puede garantizar el descanso eterno; pero jamás lograr quedar en cero en la memoria de los mortales que fueron testigos de sus más viles y atroces quebrantamientos. ¡Y entiéndase como mi opinión, no una crítica!
Les traigo la historia de quien fuera:
LUISA NEVARZ ORTIZ, no por que fuera oprimida por la justicia y mucho menos como símbolo de lucha. Tampoco llevo agenda de pasar juicio por sus actos, la vida y leyes terrenales en su momento cumplieron su cometido; además a mi no me corresponde. Pretendo con este reportaje resaltar la Historia de quien es recordara por ser:
LA UNICA MUJER SENTENCIADA A MUERTE EN PUERTO RICO.
LUISA NEVAREZ ORTIZ
En 1903, Luisa Nevárez Ortiz trabajaba como criada en el pueblo de Manatí al norte  de Puerto Rico. Alli conocio un hombe con el cual posteriormente convivio, quedando embarazada. De esa relación nació una niña de nombre Felicita Ortiz, Luisa tuvo que dejar el trabajo para criarla, dejando asi de aportar económicamente en la relación. El padre de su hija las abandonó a su propia suerte. Sufrieron hambre y Luisa se vio obligada a vivir junto a su madre, abuela y hermana en el barrio Espinoza, del cercano pueblo de Vega Alta. El padre de Luisa  'trabajaba' en pueblos limítrofes y pasaba jornadas fuera de ese hogar; aunque regresaba sin dinero a la casa. Luisa, acostumbrada a vivir en la zona urbana de Manatí, no se acostumbró nunca a  el campo donde "ni siquiera se veía gente".
Se le describía como: una madre malvada y maltratante. Aseguraban que le pegaba a la niña y disfrutaba al amamantarla, retirarle el pecho para hacerla rabiar. Siempre la mantenía con las ropitas sucias y gateando por el piso. Vecinos del lugar cuentan que nunca vieron que la pobre niñita recibiera una caricia o un mimo de la madre. “Luisa veía a su hija como la culpable de la difícil situación que atravesaba”. Se supo que una mañana Luisa Nevárez Ortiz salió a visitar a una vecina llevando a su hija en brazos. Alterando su ruta, penetró por un cañaveral y llegó al río. Lanzó la niña al río y observó cómo forcejeaba con el agua para conservar la vida. La niña la miraba con los "ojitos en blanco'' y le dio mucha pena y la sacó del agua antes que falleciese.
Ya para el 31 de octubre de 1904,  Nevárez Ortiz, según declaraciones de una tía, salió para el pueblo de Manatí junto con su hija, un paraguas y un lío de ropas. Era bien temprano en la mañana se despidió huraña de sus familiares, decía no tolerar ya vivir en esos campos; que se iba con sus "buenos amigos" y que trabajaria con su padre, quien de seguro la ayudaría. La tía  le pidió que le dejara a la niña y Luisa le respondió:
“esta no llega a Manatí. De eso estoy segura”.
Se supo que de camino para Manatí la niña se despierta. Tenía nueve meses y era una niña enclenque, pálida y desnutrida. Tenía una mirada llena de dolor. Al despertarse lloró y la madre la apretó en su pecho, no para consolarla, sino para ahogar su llanto. La madre se detuvo y se sentó en una piedra. Desabotonó su traje y amamantó a la niña, pero solo por un segundo. Subió una cuesta y llegó al río donde puso la niña sobre el césped. La contempló por varios minutos y luego salvaje y cruelmente sacó un cuchillo y la hirió dos veces; la niña no lloró.
La mujer desnaturalizada, cogió el cadáver de su hija y lo lanzó al agua de escaza profundidad. Dio la espalda al crimen y siguió camino a su destino.
A los varios días unas vecinas bajaron con latas vacías, por el mismo camino del asesinato, a buscar agua. Al llegar al lugar les llamo la atención, la gran cantidad de moscas. Intrigadas se acercaron y vieron flotando un bulto que en un principio creyeron era un animal muerto. Al llegar la policía, para la debida investigación, se encontraron con un cadáver putrefacto. Las condiciones del cadáver demostraron que había muerto antes de ser lanzado al agua. El fiscal Luis Campillo del distrito judicial de San Juan tenía a su cargo la investigación del caso. Transcurrieron veintisiete días interrogando testigos. No se encontraron testigos oculares, por lo que toda la evidencia sometida en la formulación del caso por asesinato en primer grado fue circunstancial.
Luisa Nevárez fue localizada en Manatí y arrestada en el acto.
El 12 de diciembre de 1904 fue llevada a la corte de Distrito de San Juan, a la lectura de acusación. Al no tener los medios económicos para costear su defensa se designó como abogado defensor al Lic. J.E. Martínez. El juicio fue señalado para el 6 de febrero de 1905 (mismo dia y mes en que mataron a Doña Adolfina, en Loíza) y duró cuatro días. Las declaraciones más dramáticas fueron los testimonios de los familiares de Luisa, estableciendo el odio que la acusada sentía por su hija.
Luisa por su parte alegaba, que había llevado a la niña al cuidado de un tío suyo de nombre Eduardo antes de llegar a Manatí. Dijo que había oído de la muerte de la niña pero que no sabía nada de eso y que ella no había sido. Al preguntársele en corte si no sentía nada, se limitó a responder: “tengo que sentir, ella es mi hija de mi corazón”.
El 10 de febrero, a las ocho de la noche, el presidente del jurado informó a la corte que habían hallado a Luisa Nevárez, culpable de asesinato en primer grado. La pena para ese delito era LA PENA DE MUERTE. Fue ingresada al presidio para aguardar su muerte. El 9 de marzo de 1905, fue condenada a morir ahorcada el 28 de abril del mismo año. El Lic. Martínez solicitó nuevo juicio aduciendo que solo dos testigos manifestaron conocer el cadáver por las ropas que llevaba y por la fisionomía. Mientras el informe pericial declaró que era muy difícil la identificación del cadáver por el estado en que había quedado.  El abogado decía que la hija de Luisa Nevárez podría hasta estar viva. Inclusive la defensa llegó a señalar, en todo caso, al tío Eduardo como autor del alegado crimen. El juez denegó los planteamientos del Lic. Martínez aduciendo:
"¿Quien, sino ella, que le pegaba a su hijita de meses de edad, que dijo que no llegaría a Manatí, que no quiso dejarla con familiares, que cuando la niña se encuentra asesinada y se le pregunta sobre tal hecho, da como única respuesta, que ella dejó a su hija con su tío, cosa que el desmiente, y que nada más sabía; quien sino ella, ha podido ser la asesina”?
(Clara violación de derecho constitucional. Sección 11. Procesos criminales; juicio ante jurado; autoincriminación; doble exposición por el mismo delito; fianza; encarcelación.
En todos los procesos criminales, el acusado disfrutará del derecho a un juicio rápido y público, a ser notificado de la naturaleza y causa de la acusación recibiendo copia de la misma, a carearse con los testigos de cargo, a obtener la comparecencia compulsoria de testigos a su favor, a tener asistencia de abogado, y a gozar de la presunción de inocencia).
Luisa, primera mujer sentenciada a muerte.
En el presidio, era la única mujer y no había celda especial. En aquella época en Puerto Rico no había cárceles para mujeres. Allí se enamoró apasionadamente de un condenado a veinte años por homicidio que servía de practicante en la enfermería. El hombre era la envidia de sus compañeros que padecían los rigores de la abstinencia forzosa. Más tarde Luisa fue trasladada a una prisión en el poblado de Puerta de Tierra, ya se consideraba inmoral su permanencia en el presidio, pues tenía como práctica retorcerse de dolores ficticios para lograr verse con su amado en la enfermería.
Pendiente la apelación de la sentencia ante el Tribunal Supremo, el Gobernador Winthrof le solicitó un informe del caso al Procurador General. Dicho informe fue favorable para la sentenciada a muerte. Salieron a relucir las pésimas relaciones familiares que tenía Luisa, antes del caso, con los principales testigos de la fiscalía, un disputa por tenencia de tierras con su tío Eduardo y la gran cantidad de material irrelevante que tuvo la intención de influir con ella el ánimo del jurado. El procurador expresó sus dudas sobre el ejecutar el veredicto del jurado y pidió una intervención ejecutiva. A pesar de que el
Tribunal Supremo ratificó la sentencia impuesta a Luisa Nevárez Ortiz, tres días antes de su ejecución el gobernador Winthrof le conmutó la pena a cadena perpetua.
Luisa Nevárez Ortiz no mostró ninguna emoción con la noticia.
”Se me daba lo mismo”, fue su única expresión. Aproximadamente,  diez años después Nevárez se había regenerado en prisión. Admitió su terrible crimen y hablaba de arrepentimiento. Había aprendido a leer y oraba constantemente. Se le gestionó un perdón, pero el Procurador General opinó que la conmutación de su sentencia era lo único que podía esperar. Fue en sus últimos años una prisionera modelo, pero conservando siempre su carácter huraño y su súper insensibilidad a las cosas del corazón. Al fallecer en la prisión de Puerta de Tierra, su cadáver no fue solicitado por ningún familiar.
Por: Isabel Levy.

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