A los seres humanos nos resulta difícil, la convivencia con
nuestra propia especie. Somos una amenaza para nosotros mismos. Atentamos
contra los que no simpatizan con nuestras ideas, preceptos y filosofías. Exterminamos
todo aquello que nos aterra, caemos presos de nuestros propios miedos y
planificamos escapes de nuestra realidad.
Al mismo tiempo, gritamos a coro que Dios es bueno, justo,
piadoso y esperanzador. Que con El, todo y sin El nada. Lo que no encaje en el
pragmatismo es por obra y responsabilidad de Satanás. Pero con frecuencia
sustituimos la oración por la crítica, la injuria y los prejuicios.
No sabiendo convivir con nuestra especie, es de esperarse
que no les demos cabida a otras. Somos tan evolucionados que contaminamos aire y
mar. Deforestamos sin control, en forma desmedida e irracional. La ambigua y retrograda
naturaleza insiste en hablarnos en un lenguaje que se niega a evolucionar
Toda esta dinámica se da en medio de una sociedad de Doble
Moral, aquí en la Isla del Cordero, donde todo un pueblo olvida de manera asombrosa
y selectiva y es inhábil de aprender. En una sociedad que se encuentra en la
actualidad en temporada de primavera, refugiándose en el color y candor de la época.
La misma sociedad que se resigna a medias, intenta levantarse y continúa.
Levy/
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