Cada uno de nosotros de acuerdo a nuestros filtros personales
le damos significado a nuestra vida, a partir de las experiencias vividas,
consciente o inconscientemente. De ahí nace nuestra responsabilidad individual
a ser feliz. Esta responsabilidad es intransferible. Es decir, nadie,
absolutamente nadie es responsable del meollo que decidamos hacer de nuestras
vidas. Los sucesos ocurrirán indiscutiblemente… la manera en que redundará en nuestro existir lo
decidiremos nosotros.
La vida la puedo comparar con la naturaleza. Con sus valles,
llanos; cascadas o ríos. Montañas, bosques y pantanos. También puedo ubicarla
en un medio de transporte, puesto que somos viajeros de la vida. Un espíritu encarnado
que está en este paraíso terrenal para aprender lo que nos toca aprender.
Así pues, bien podemos estar a bordo de un tren, de un avión
o un barco. La palabra diversidad comprende un contenido infinito y hasta
inimaginable. Por tal razón; cuando hablo de tranvías debemos tener en mente
que estos no son de un tamaño estandarizado y modelo universal. Cuando hablo de
aviones, pensemos que dentro de su
categoría caen las avionetas y los jets. Y al pensar en barcos, considerar que
también existen los trasatlánticos,
botes, barcazas, en fin como les dije antes: contenido infinito e inimaginable.
Nuestro viaje por la vida puede ser fugaz, rápido, lento,
pausado; al igual que cómodo y placentero, incomodo pero esperanzador. Tortuoso, desgarrador y sin esperanzas. Con
sus altas y bajas, con sus curvas y rectas. Con marejadas, corrientes
submarinas y olas en calma. Nos sorprenderán, las alegrías, los llantos, gritos de dolor y
miradas de paz y armonía.
La diversidad de la vida misma nos obliga a intercalar los
escenarios. Sin lógica, sin razón de ser, pues esa es una característica única
de la vida… lo ilógico, la irracionalidad. Partiendo de este punto de vista, no
te cuestiones cuando te encuentres en alta mar a bordo de un trasatlántico y de
repente entres en medio de un torbellino
de mar, que te absorbe y te arroja a una llanura desierta. Sin vegetación ni
compañía, o con vegetación y absoluta ausencia de presencia humana, que te
brinde un soplo de esperanza. No te cuestiones por el resto de la tripulación,
no te enfoques en buscarle la lógica. No
te repitas incansablemente que no es justo, cuando la vida te coloque en una
estación de un tren, el cual acaba de detenerse frente a ti. Tú, agarras el
valor de subir a él y emprendes el viaje a lo desconocido. Te esfuerzas, luchas
y conquistas. En medio de la algarabía, te fundes en un abrazo con tu compañero
de viaje, cierras tus ojos y al abrirlos, estas próxima a llegar a la cima de una montaña. La
sorpresa, el asombro; provoca una serie de sucesos fugaces e inesperados, que
te hacen descender al punto de origen de aquella ESCALADA. Quedas mal trecha,
sin fuerzas físicas y espirituales… sin esperanzas.
No te cuestiones, no hay una explicación lógica, no la tiene.
Solo tiene un nombre, se llama… ¡vida!
Levy/
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