lunes, 3 de febrero de 2014

Crónicas de una mujer policía


Aquí sorprendida de saber, cuantas personas quieren ser autores de mi biografía.
Pero historia que no narra mi boca y si escrita, no valida mí firma; sepa audiencia que no es mi historia. Esa es la historia del autor que la narre.
Cuando la narren mis labios y si escrita, la suscriba… será mi Autobiografía.

Creo que desde mi adolescencia o quizas un poco antes, siempre tuve un sueño recurrente o más bien una pesadilla. No es que todas las noches se asomara a mi consciente; pero por lo menos todos los meses, aunque fuera una vez decía:

 ¡Presente!
Soñaba que me disparaban con un arma de fuego en la frente. Lo horrible del hecho es lo que sentía, la agonía de saber que estaba muriendo y no quería, no aún. Sentía como el proyectil impactaba mi cráneo, sentía el dolor del impacto y como iba cayendo al suelo, antes de caer totalmente en el pavimento despertaba, en total descontrol. Con un dolor no físico, sino más bien espiritual (dolor del alma). Me costaba mucho volver a conciliar el sueño; pues era inevitable recordar, me aferraba a no pensar, y ya saben los desenlaces de los aferramientos… más pensaba en ello, ufff! Al día siguiente estaba cansada, triste y pidiéndole a Dios que no fuera una premonición, que me muriera hoy… le suplicaba que cambiara mi destino. Todo ese miedo de un futuro incierto lo ocultaba detrás de una sonrisa. Hacía mucho tiempo que aprendí a reír; aun cuando estaba muerta de miedo.
¡La sonrisa me hacía olvidar, mis amigos me hacían olvidar!

El tiempo pasó, la pesadilla seguía, con menos frecuencia, a medida me acercaba a mi etapa adulta. En mis tiempos de universidad, no recuerdo haber tenido esas pesadillas; tal vez porque la aventura universitaria me absorbió. Ese fue un periodo muy bonito en mi vida. Lo cierto es, que por el torbellino del destino fue atrapada. Me distraje como aun suelo hacerlo en el camino y mis cursos de Bachillerato en Biología suspendí.

¡Me hice Policía!

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