En los pasados días, me encontraba ubicada frente al
cotizado centro comercial The Mall of San Juan. Aguardando el cambio de luz en
el semáforo observaba la dinámica del flujo vehicular… los que entran y los que
salen. A la distancia quedé extasiada contemplando la estructura y su simple jardinería…
gente que pasa, que va y que viene.
Entonces me sorprendió el hecho de recordar que aún no
he visitado tan controversial centro. Aún sigue siendo mi “agenda pendiente”.
Sucede
que cuando todos andaban con la euforia de la apertura del local y se fueron de
dominguito de compras en sus distintas modalidades; yo reúse las múltiples
invitaciones para irnos de falanduleras.
Mi
realidad para ese entonces era que estaba próxima a graduarme y tenía encima
los gastos que todo acto de graduación acarrea. Por lo tanto no había dinero en
presupuesto para un hamburger
y un refresco en el área de la plazoleta.
Recuerdo que le decía a mis amigas yo voy a ir a ese
centro, cuando tenga el dinero excedente para invertirlo en tres piezas de ropa
íntima de Victoria Secret.
Paso el tiempo y llegó el verano y con el mi graduación,
mi certificación. Se fue dicha estación del año y con ella, las expectativas de
visitar el centro; hasta quedar fuera de mi memoria y de la mirilla de los “socialites”.
Así sucesivamente quedó en el olvido.
Ya la prensa no informa sobre las estadísticas de
venta por tienda y los detractores se resignaron a su presencia y permanencia.
Aquí
desde una prudente distancia leo – NORTON --, en la parte superior de un pedazo de cemento,
contemplo nuevamente gente que pasa, que va y que viene. La dinámica del tráfico
vehicular y vuelvo a poner en perspectiva que tengo que entrar a ese centro
comercial y como buena jibarita tirarme par de selfies
con esa única bolsita conteniendo en su interior tres delicadas cositas.
Levy/
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