--No.
No lo conozco.
Solo lo recogí en el
aeropuerto y lo llevé a su destino, acá en Puerto Rico--.
¿A la muerte?
--No.
A un pueblo de la isla. Jamás
advertí en su timidez o en su pasmada sonrisa que estuviere pasando por alguna
depresión… Como le dije antes, no lo conozco--.
¿Entonces, que piensa del hecho de que a eso de las
seis de la mañana del domingo se lanzara de un puente?
--¡Sorprendida!--
¿Por qué, si usted no lo conoce?
--Porque
pienso en cuán poderosa es la psiquis humana. Me sorprende ver como en medio de
la perturbación se encuentra la valentía para acabar con nuestra propia vida...--
¿Valentía? ¿A caso usted lo ha intentado y le ha
faltado el valor?
--No.
Pues estupidez, entonces…
eso que la mente es capaz de hacernos, hacer--.
¿Hacernos? ¿Se incluye?
--Es que le estoy
hablando en sentido figurado, no es que lo haya hecho algún día (eso de
pensarlo)… pero uno nunca sabe a dónde nos pueda llevar la vida.
Estoy perpleja de
escuchar como una persona que percibimos como “normal”, tiene perturbaciones
mentales, que lo llevan al intento del suicidio.
Pero usted, no debería
concentrarse en mis respuestas. Préstele atención a las que pueda darle él,
cuando le pregunte qué lo llevo a hacerlo.
¿Por cierto, sobrevivió?
--
¡Sí! Se encuentra en una institución hospitalaria y
aún desconoce de la perdida de sus extremidades inferiores.
¿Por qué tan callada?
--Estoy pensando en la
importancia de agradecer, por lo mucho y por lo poco.
Mientras unos caminan,
otros se arrastran…
Mientras unos trabajan,
otros enferman…
Mientras unos presumen de sus degustaciones en redes
sociales, otros mueren de hambre…
Mientras a unos les sobra
todo, otros no tienen nada…
Mientras unos ríen, en un
mundo paralelo… otros lloran.
¡Pero paradójicamente,
TODOS, tienen algo que Agradecer!—
¡Jajajajajaja! ¿Oiga, y usted por qué lo dice tan
segura?
--En
un curso que estoy tomando, realizamos una dinámica de preguntarle al compañero
de al lado sobre actividades de su vida, que son totalmente desconocidas en
nuestro dia a dia o de las cuales conocemos muy poco. Mi compañero es misionero
y conociendo muy poco del asunto, le pregunté entre otras cosas, que ha sido en
su práctica lo que más le ha marcado.
Contesto:
Viaje a una república,
fuimos a un lugar donde la pobreza era extrema. El piso era en tierra, y las
divisiones de la casa, con sabanas. Los niños tenían sus barriguitas hinchadas
y aun con todo eso eran felices, tenían una sonrisa en sus rostros, nos
recibieron con amor. Y pensé como es la
gente acá que por nada (en comparación con ellos), entran en depresión.
Ciertamente su historia,
la hice mía y en medio de mis situaciones la recuerdo y es ahí donde comienzo a
agradecer. —
¿Me quiere decir usted que la mayoría de los
sufrimientos de la humanidad, surgen por no ser agradecidos?
--No.
Le trato de explicar que si aceptáramos lo que
nos toca vivir, aquello que no podemos cambiar, como parte de nuestro destino,
sufriríamos menos. No se trata de ser conformistas, se trata de aceptar lo que
se tiene al momento y agradecer por ello. El que gana cien dólares enferma
emocionalmente, porque anhela ganarse lo que aquel, que genera mil por su
jornada. Entonces en medio del olvido del agradecimiento… somatiza y sus cien
dólares ahora tendrán que rendirlo para la compra de los antidepresivos que no
estaban en presupuesto.
Ante la pérdida se sufre,
porque no aceptamos el proceso. No agradecemos el tiempo que poseímos, las
horas compartidas y las sonrisas esparcidas…
Bueno señora, eso sería todo. Gracias por su tiempo.
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