Felipe Aponte Aponte, solía pasar sus días seniles,
sentado por horas, en una silla del balcón de su casa.
Su mirada se perdía al
horizonte… pensado y reflexionando sobre sus días de jovialidad.
Una noche me dice:
“Mija, hay que perdonar en la vida”.
Esta alma errante y rebelde, le contestó en
su ignorancia:
“Perdona tú si quieres. A mí si me la
hacen, me la pagan”.
… Con el tiempo, la vida me enseñó, que
perdonar no es una elección; es una necesidad.
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